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domingo, 9 de octubre de 2011

DANDO VUELTAS AL RELOJ DE ARENA

Cuando todo va muy bien pocas veces uno se pega palmaditas en la espalda, se felicita, se alegra o valora en su justa medida la suerte que tiene por poder disfrutar de esos momentos. Cuando todo va bien, esas pocas veces se reducen un tanto por ciento considerable. Cuando algo va regular o mal, uno mira para atrás y añora esos buenos momentos y empieza a valorar en su justa medida lo afortunado que estaba siendo en ellos y la poca importancia que le estaba dando.
La semana pasada una caída en bicicleta de ciclocross me deja el brazo derecho ko. Por fortuna no hay fracturas y una fuerte contusión me deja el brazo inmovilizado, inutilizado. Será cuestión de tiempo, pero mientras damos vuelta al reloj para que la arena pase de un lado a otro sin peder ni un solo instante en tal transición, como si los tejidos fuesen a tener el mismo crono que usas tú en la cabeza, uno, añorando los momentos en los que nada te dolía, nada te limitaba para disfrutar de tus aficiones y tareas diarias, empieza a refrescar la memoria valorando los muchos kilómetros de pistas, carreteras y desniveles de palas nevadas que se gozaron y sin el menor percance. Pues sí, aunque las vueltas que damos al reloj de arena en estos momentos de contratiempos se nos hagan infinitos, más hubiesen sido las veces en las que la arena hubiese pasado de un lado a otro si solo alguna vez entre pedalada y carveada hubiese girado ese mismo reloj. 
Espero cambiar ya pocas veces la posición del reloj con el deltoides y triceps rechistando, pero me comprometo a evitar que la arena esté inmóvil en el fondo del reloj demasiado tiempo en las próximas pedaladas y carveadas, y no para que el tiempo pase rápido, sino para valorarlo y disfrutarlo como se merecen.

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